Mis manos están sucias
no es la tierra que levantan los trenes
ya no hay trenes;
no es la tierra que levantan los trenes
ya no hay trenes;
tampoco hay juegos de niño en las vías
solitarias
menemistas,
ya no hay niños ni hay espadas de plástico
olvidadas
en la tierra.
Un monarca cambió el quebracho por las colas de veinte zorros
colas que cuelgan de un cubrecama,
y otros no tienen ni el pellejo de una rata
al dormir a la intemperie.
Toba, ves a tu hijo
jugar en el mismo sitio
que lo hiciste,
mientras tu padre sufría la esclavitud
que hoy soportas tú.
Ves el tren que pasa,
y no pasa,
se va.
Se lleva.
Se escapa.
"No hay progreso sin saqueo, hijo" dirías,
pero para qué lacerar su inocencia.
Mis manos siguen sucias,
será el carbón con que alimento el tren,
o será el billete que aprieto como a
una reliquia,
y mientras el toba y yo
nos desangramos,
el billete burgués suda de manera estomacal.
Y se ríen de nosotros
a la hora del té.