Sobre las drogas se ha hablado mucho, y yo quiero contribuir a ese caos de opiniones. Etimológicamente, la palabra no tiene un origen definido, hay quienes la atribuyen al holandés droog, que significa "seco", "árido", pues los comerciantes holandeses las vendían bajo ese nombre en las boticas del siglo XV; otros que la atribuyen al celta o gaélico, lenguas que tienen palabras como droug o droch, que significan "cosa perjudicial"; mientras que el filólogo Corominas la hace derivar del iraní darog, que significa "remedio", "medicina", pero aclara que la connotación negativa actual puede provenir del celta.
Uno de los mayores investigadores del fenómeno de las drogas en la cultura es el español Antonio Escohotado. En su breve ensayo histórico publicado por Alianza Cien, propone que desde hace casi cinco mil años se tiene pruebas del consumo de opio en Oriente, tanto en las clases bajas como en las altas. Las diferencia diciendo que los ricos lo consumían por placer, mientras que los obreros por necesidad. Y es obvio que las condiciones de consumo no habían de cambiar si el sistema de desigualdad social no cambia. El opio, producto de la adormidera, especie de amapola, era una de las tantas hierbas que los marineros holandeses importaban de Asia en los siglos XV y XVI, aunque cabe aclarar que la mayoría de ellas era de uso gastronómico o medicinal. En este punto vale una de las aclaraciones que nos hace Escohotado en su libro, "sólo la dosis distingue al remedio del veneno". Pero él mismo se encarga de anotar que recién en la época de la Inquisición se registran los primeros casos de muerte por sobredosis, obviamente de la mano de la prohibición de su consumo. A partir de allí comienza una cadena interminable en la que, para tratar la adicción de los opiómanos, se crea la morfina; y para tratar la adicción a la morfina, se crea la cocaína; y para tratar la adicción a la cocaína, se crea la heroína, etc… Curiosamente, en un primer momento, la cocaína era suministrada como una bebida con sabor a cola, que llegó a obtener bastante popularidad en Estados Unidos, donde un empresario compró la marca una vez que el "medicamento" empezó a fabricarse como polvo. Años después, saldría al mercado la famosa Coca-Cola.
Otro gran apologista, pero este de diferente índole, es Carlos Castaneda, que en una serie de libros narra su experiencia con Juan Matus, chamán mexicano que lo haría su discípulo. La historia comienza con un estudiante de sociología que piensa escribir una tesis sobre los efectos del consumo del peyote. Así, conoce a Juan Matus quien después de más de un año de preparación le hace probar un botón de peyote. La preparación consiste en una especie de espiritualidad otra que se centra en la comunión del hombre con la naturaleza, ayudándose de "aliados", preparados con plantas que potenciaban una cualidad del ser y que actuaban de mediadores en su relación con el mundo. Es una semiótica especial la de Juan Matus, que nos recuerda la salvedad de Antonio Escohotado: "el uso de las drogas no es perjudicial, sino el abuso". Pongamos dos casos concretos y cercanos del consumo: Charly García, claro abusador del consumo; y Luis Alberto Spinetta, quien incluso escribiera una canción con obvias referencias a Castaneda, "La sombra del aliado", del disco Alma de diamante.
No soy yo quien pueda juzgar a los consumidores, pero sí me gustaría hacer algunas salvedades. La legalización de las drogas puede ser útil en un país como Holanda que controla los establecimientos de venta de drogas blandas, pero no para Argentina que es el reino de la insensatez. Aquí lo único que produciría es, quizás, una baja del precio. Si el gobierno se pone la careta de luchar contra el consumo de drogas, es claro que no debe prohibir la venta, sino atacar la raíz social del problema, la exclusión, la desigualdad, la pobreza, y recién entonces controlar la venta y/o su legalización.
Uno de los mayores investigadores del fenómeno de las drogas en la cultura es el español Antonio Escohotado. En su breve ensayo histórico publicado por Alianza Cien, propone que desde hace casi cinco mil años se tiene pruebas del consumo de opio en Oriente, tanto en las clases bajas como en las altas. Las diferencia diciendo que los ricos lo consumían por placer, mientras que los obreros por necesidad. Y es obvio que las condiciones de consumo no habían de cambiar si el sistema de desigualdad social no cambia. El opio, producto de la adormidera, especie de amapola, era una de las tantas hierbas que los marineros holandeses importaban de Asia en los siglos XV y XVI, aunque cabe aclarar que la mayoría de ellas era de uso gastronómico o medicinal. En este punto vale una de las aclaraciones que nos hace Escohotado en su libro, "sólo la dosis distingue al remedio del veneno". Pero él mismo se encarga de anotar que recién en la época de la Inquisición se registran los primeros casos de muerte por sobredosis, obviamente de la mano de la prohibición de su consumo. A partir de allí comienza una cadena interminable en la que, para tratar la adicción de los opiómanos, se crea la morfina; y para tratar la adicción a la morfina, se crea la cocaína; y para tratar la adicción a la cocaína, se crea la heroína, etc… Curiosamente, en un primer momento, la cocaína era suministrada como una bebida con sabor a cola, que llegó a obtener bastante popularidad en Estados Unidos, donde un empresario compró la marca una vez que el "medicamento" empezó a fabricarse como polvo. Años después, saldría al mercado la famosa Coca-Cola.
Otro gran apologista, pero este de diferente índole, es Carlos Castaneda, que en una serie de libros narra su experiencia con Juan Matus, chamán mexicano que lo haría su discípulo. La historia comienza con un estudiante de sociología que piensa escribir una tesis sobre los efectos del consumo del peyote. Así, conoce a Juan Matus quien después de más de un año de preparación le hace probar un botón de peyote. La preparación consiste en una especie de espiritualidad otra que se centra en la comunión del hombre con la naturaleza, ayudándose de "aliados", preparados con plantas que potenciaban una cualidad del ser y que actuaban de mediadores en su relación con el mundo. Es una semiótica especial la de Juan Matus, que nos recuerda la salvedad de Antonio Escohotado: "el uso de las drogas no es perjudicial, sino el abuso". Pongamos dos casos concretos y cercanos del consumo: Charly García, claro abusador del consumo; y Luis Alberto Spinetta, quien incluso escribiera una canción con obvias referencias a Castaneda, "La sombra del aliado", del disco Alma de diamante.
No soy yo quien pueda juzgar a los consumidores, pero sí me gustaría hacer algunas salvedades. La legalización de las drogas puede ser útil en un país como Holanda que controla los establecimientos de venta de drogas blandas, pero no para Argentina que es el reino de la insensatez. Aquí lo único que produciría es, quizás, una baja del precio. Si el gobierno se pone la careta de luchar contra el consumo de drogas, es claro que no debe prohibir la venta, sino atacar la raíz social del problema, la exclusión, la desigualdad, la pobreza, y recién entonces controlar la venta y/o su legalización.