El revólver ardiente / Tom Engelhardt, en un artículo titulado "La TV es un revólver ardiente" explica los mecanismos de producción televisiva infantil y analiza hasta qué punto tienen correlación con el mercado de juguetes. Distingue entre los programas televisivos para niños y los programas televisivos para niñas, pero hace un paralelismo entre estos y las series a nivel general. Propone que la generación post-Reagan tiene un miedo inusitado a un posible cataclismo nuclear (también Dorfman se detiene en esta característica), y que se manifiesta esta tendencia en tres argumentos básicos: "la introducción de nuevos personajes con sus respectivas armas (...); la necesidad de contar con un ‘grupo de tareas’; y la exhibición de la tecnología armamentística del show a través de efectos especiales". En el caso de las niñas, los argumentos se reducirían a dos: la presentación e nuevos personajes y la necesidad de un equipo de trabajo. El nuevo personaje introducido en cada capítulo de Lazytown es Robbie Podrido disfrazado para conseguir la huida de Sportacus, y el grupo de tareas estaría conformado por este último junto a todos los niños. Los efectos especiales digitales que se utilizan en la post producción tienden a manifestar de manera espectacular las habilidades deportivas de Sportacus y la retirada, siempre vencido, de Robbie.
Se supone que esta configuración es la que produciría un impacto mayor en la teleaudiencia, puesto que abarca todos los flancos de un espectáculo televisivo, y, a la vez, está tan teñido de una moralidad à la Reader's Digest (cristiana, capitalista, sensiblera) que nadie sospecharía lo que hay detrás de ese mensaje, a nivel ideológico. Hay que reconocer que la moral sirve a ciertos fines que nos convendría detectar y definir; fines que, a su vez, responden a ciertos intereses. En el programa se puede ver la moralidad en el proteccionismo divino de Sportacus, en su "prédica" sobre la buena alimentación y la práctica de deportes, "sports". Veamos en ese mismo indicio, la cercanía entre el nombre del héroe y su doctrina, una forma de intervención similar a las que podemos seguir por TV a diario: el gobierno estadounidense invade Irak para apoderarse del recurso y para imponer un sistema económico y moral que sirva a esos fines, o sea, un sistema de inconsciencia colectiva.
LazyTown, por ejemplo, está dirigido a niños y niñas de entre dos y siete u ocho años, precisamente el grupo etáreo en el que, según Piaget e Inhelder, se desarrollan las operaciones "concretas" del pensamiento y las relaciones interindividuales. En los primeros meses de vida, el niño desarrolla dos funciones: la senso-motora, como primer paso en su desarrollo; y la función semiótica, alrededor de los 18 a 24 meses de vida. Estas operaciones "concretas" son las que terminan modelando el mundo y clasificándolo, son funciones casi matemáticas de ordenamiento, jerarquización, etc. Piaget e Inhelder dicen al respecto que estas operaciones
"no sólo intervienen en sus razonamientos privados, sino también en sus intercambios cognoscitivos, ya que estos consisten en reunir informaciones, ponerlas en relación o en correspondencia, introducir reciprocidades, etc., lo que constituye nuevamente operaciones , que además son isomorfas respecto a aquellas de que se sirve cada individuo para sí."
Nadie podría dudar de la importancia de una correcta formación cognoscitiva en la infancia y es por ello importante tener en cuenta las palabras de Pía Bacchi citadas en el primer párrafo de este trabajo, donde aclara que la TV provee arquetipos y modelos del ser. Sin siquiera ponernos paranoicos, podemos pensar que la TV (y el cine y los periódicos y la radio y… en fin, los medios masivos) es un arma ideológica, donde es más importante lo que se oculta que lo que se informa, pues en la nebulosa de lo no-existente se esconde el modelo atacado. Para calmar las paranoias, pensemos que, después de todo, el programa fue creado y escrito por un tipo que gusta de dar vueltas por el aire y saltar con la gracia de un ciervo, no precisamente un intelectual. Y que esa omnipresencia del autor, intérprete, productor, y el resto de la cadena, no es más que una expresión extrema de egolatría por parte de Magnus Scheving.
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Este es un avance del trabajo que voy a presentar el 12 de octubre en el Encuentro Nacional de Estudiantes de Letras. Si alguien desea leer el texto completo, puede enviar un mail a narcisoinane@gmail.com. Hasta pronto!